
Debido a las imágenes infrarrojas, salen a la luz los dibujos subyacentes que ocultó el artista a golpe de pincel y que han permanecido en secreto durante siglos, hasta ahora.
La calidad de las imágenes, lograda con una nueva cámara digital, es extraordinaria, lo que nos permite comprobar con detalle las variaciones entre el trazo primigenio del artista y su obra final. «Es casi milagroso -advierte Miguel Zugaza, director del Prado- poder penetrar en este territorio inaccesible: la idea del artista». Aquello que Cézanne llamó «el secreto» y que Picasso dejó ver sin escrúpulos. Para Zugaza, «es una nueva manera de hacer historia del arte, que nos enseña a mirar de nuevo».
Como curiosidad, estas imágenes ocultas, que permiten ver el trazo y el gesto e incluso determinar la datación de las obras, sólo pueden salir a la luz si los trazos son negros; el resto de los colores son impermeables al infrarrojo. Entre los descubrimientos, se hallan los instrumentos que utilizaron los artistas para su ejecución.
Este proyecto científico ha servido también para determinar la autoría de algunas obras, como «La Sagrada Familia» (La Perla), de Rafael, o «La historia de Nastagio degli Onesti», de Botticelli, sobre las que había dudas. Ha quedado claro que los dibujos que hay bajo ambas pinturas salieron de la mano de los dos maestros, aunque en la obra final participaran sus colaboradores. Entre los hallazgos (novelescos), algunas inscripciones, como la palabra «azul» que aparece en el manto de la Virgen en «La Piedad», de Fernando Gallego.
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