Las de las caras de una guerra, en la que unos pocos mandan y otros muchos mueren. En los dos lados de la frontera.
Los que mandan tienen cara, y nombre, y apellido. Muchas caras cambian, se suceden en la historia, en los noticieros, en los informativos audiovisuales, en las portadas. Se ceden el testigo año tras año, década tras década pero con el tiempo uno comprende que son las mismas de siempre.
Las otras, anónimas, moribundas, enterradas, mutiladas, agrietadas, ojerosas, asustadas, iracundas, libanesas, palestinas, israelíes, musulmanas, cristianas, judías, secuestradas, perdidas, impotentes, resignadas, entregadas, vengativas, ingenuas, inocentes, les miran a la cara y aguantan la mirada.
Los otros bajan la vista, miran a otra parte, dan media vuelta, esquivan la mirada, miradas que matan.
La guerra es siempre una tragedia. Es importante recordarlo cuando se analiza un conflicto armado sin que importe tiempo, lugar o protagonistas. Para los muertos, los mutilados, los refugiados y sus familias no habrá nunca resultado político que compense lo ocurrido.
Los otros no han pisado un campo de batalla, no han empuñado un arma y así ha sido siempre, y así seguirá siéndolo.
miércoles, julio 26, 2006
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